El Proyecto  

           Cuando recordamos la época en que Jesús extendía la Palabra por los territorios de Judea y Galilea acompañado de sus discípulos, seguidores y muchedumbre, acostumbramos a verle a Él como líder, el maestro, la cabeza de aquel movimiento evolucionista espiritual.

           Un movimiento como aquel tenía un proyecto, una puesta en escena, un desarrollo, unos actores, unos observadores y también, unos detractores. Entonces, el proyecto debía contar con ello.

           Cualquier proyecto, en el plano físico, debe tener una planificación apropiada a la grandeza, a la envergadura y a la complejidad del proyecto. Entonces, hay que seleccionar para cada una de las fases del proyecto la mejor posibilidad de que esta fase pueda ejecutarse conforme a lo previsto. En tiempo de diseño, multitud de disciplinas y de ingenieros deben ser tenidas en cuenta, un plan -o más de uno- de desarrollo de cada fase y luego encomendar el desarrollo de las fases a las personas más apropiadas en cada campo.

           Como el objetivo de este escrito es analizar el proyecto, su desarrollo y sus principales ejecutores, se describe lo que podría ser las fases y los actores de un proyecto.

           En fase de estudio, diseño:
                     Arquitectos, ingenieros.

           En fase de implantación, desarrollo:
                     Director jefe.
                     Director adjunto.
                     Jefes de área.

           En el plano espiritual, este movimiento evolucionista, una obra de esta envergadura no debía dejarse nada al azar, no debía dejarse nada fuera de control. Si al primer maestro le sucedía algo, un segundo maestro debería apoyarle, alentarle y quizá hasta debería tomar el control del proyecto siguiendo el plan trazado.

           Para ello, un segundo maestro debía estar presente en el desarrollo del proyecto, cerca del primer maestro, y sabio suficiente o igual que él. Era Juan.

           Hasta hoy, la figura de Juan -el joven Juan- ha sido entendida como la del aprendiz del maestro por ser el discípulo de menor edad.

           Maestros, lo eran los dos. Pero como en el plano físico, la sabiduría también la da la edad, quedaba implícito quién era el primer maestro.

           El segundo maestro estaba de apoyo. Conocedor del proyecto, sabía el apoyo que debía darle al primer maestro. Apoyo humano, conceptual, amor. El alimento físico ya lo obtenían a lo largo de sus viajes extendiendo la Palabra. Lo que necesitaba más, el primer maestro, era la comprensión de su misión por parte de los que le seguían, el apoyo humano necesario para resistir los embates que los detractores 'le obsequiaban' y fortaleza cuando el cansancio y las dudas le invadían. Esta era la función del segundo maestro.

           Este segundo maestro era tan maestro como el primero, pero por causa de su juventud ejercía de joven discípulo. Promotor y conocedor del proyecto desde el principio en el plano suprafísico, aceptó la misión de acompañar a Jesús en sus viajes, de acogerlo en los malos momentos, de ofrecerle diálogo más allá de lo físico, trivial y envenenado que le dedicaban todos, discípulos, pueblo y autoridades de aquel entonces.

           El proyecto fue pensado en el plano suprafísico por grandes Maestros entre los cuales estaban Jesús y Juan. La implicación de estos dos Maestros en el proyecto fue desde el principio. Lo que no sabemos aún es cómo cada uno eligió su rol, pero una vez definido este, cada uno debía interpretarlo de la mejor manera posible. El número adecuado debía ser dos. Uno sólo podía ser presa de cientos de sucesos dando con el proyecto al agua, más de dos podría haber llevado a malentendidos sobre quién sería más apropiado para ostentar la dirección o a luchas fratricidas que en aquel entonces acostumbraban a ser comunes. Dos era el mejor número: Un director primero y un director segundo con unos años menos para que las vivencias de cada uno complementaran las del otro. Si hubieran entrado en el desarrollo del proyecto a la misma edad podrían haber tenido choques de autoridad por egos del plano físico, y esto habría sido letal para el proyecto.

           Tenían que ser dos. Así fue llevado a cabo el proyecto. Y así funcionó.

           El joven Juan -joven de edad-, el alma gemela de Jesús, tuvo su parte en el proyecto. Él fue el artífice que mantuvo a Jesús dentro de la serenidad y la razón en los malos momentos, dándole calor humano, alejándole mentalmente de los problemas diarios que le acechaban. Su diálogo con Jesús distaba de ser terrenal, egoísta, hipócrita, político, sino que mediante la voluntad de aprender del primer maestro se generaba un diálogo que distendía a Jesús de pensar en cuestiones que le preocupaban, atormentaban. Con su juventud, era quien podía entenderlo más que todos los demás, dado que no había sido pervertido por los intereses terrenales de la época.

           Juan también podía haber caído en los intereses que los mismos discípulos albergaban acerca del reino del cual Jesús hablaba, pero por razón a su edad, ni los demás estaban interesados en perturbar a Juan ni él mismo estaba interesado en los reinos de este mundo. Entonces, su misión fue ofrecerle el abrigo, sosiego, comprensión, diálogo necesario para que Jesús siguiera con fuerzas para continuar con el proyecto.

           A estas alturas salta la pregunta: ¿Pudo haber sido Juan el mesías, el primer maestro, el cordero de Dios? El que escribe tiene la opinión que sí. Hay otra pregunta que podría responder la anterior: ¿Quien era más maestro, Jesús o Juan? Los dos eran maestros por igual y aunque aún no sabemos por qué cada uno interpretó cada rol, muy bien habría podido ser al revés.

           Un ejemplo: En cada orquesta hay el violinista primero y el violinista segundo y ha sido decisión del director que sea así, pero maestros de música lo son los dos, aunque quizás uno tenga más edad que el otro. Y la edad cuenta en el plano físico, en el plano suprafísico no hay edad.

           Otro ejemplo: Si para un proyecto de investigación, su diseño y desarrollo posterior se piensa en dos grandes maestros de la categoría de Stephen Hawking y Roger Penrose, difícilmente vamos a suponer que el más joven va a ser el ayudante y el mayor el jefe de proyecto. Obviamente alguno de los dos deberá ser el maestro primero, pero será por otras decisiones que la edad. Entonces, a igualdad de maestría, sólo el azar o un designio superior hará recaer sobre uno o el otro la responsabilidad del proyecto.

           Como el azar no existe, sólo queda esperar que una canalización de alguno de estos dos Maestros, Jesús o Juan, nos aclare cómo sucedió.